Siempre me fascinó San Miguel. Me atrajo su arquitectura colmada de historia, su gente, su energía, sus atardeceres y su encanto pueblerino y sofisticado a la vez. Creo que lo que me acabó de enamorar fue el entusiasmo con el que los sanmiguelenses de todas las edades participan en las celebraciones que parecen no tener fin. Todo el año hay algo que festejar: Semana Santa, el grito de la independencia, Los Locos, el Día de Muertos, La Alborada, la fiesta del Valle del Maíz… Los desfiles abarrotan las calles de la ciudad con alegría y color; con bailes y disfraces. Fuegos artificiales, música de banda y mariachi acompañan la alegría de la gente hasta el amanecer.
Desde 2003 mi horizonte estaba en San Miguel y decidí dar el primer paso. Mauricio y yo compramos con un crédito Infonavit, el departamento número once de Manantial: condominio que construyó mi prima Beatriz en la colonia Allende.
-¡Vente a San Miguel en Semana Santa prima! me dijo Beatriz por aquellas fechas. Te va a encantar: cada día hay un evento distinto, hacen representaciones, ponen altares con flores y música. Desde luego, también te llevo a ponerle peligro a la noche: empezamos cantando con María en La Fragua, luego vamos a bailar salsa a Bóvedas y terminamos con Benja en El Quita Penas. ¡Anímate, y tráete a la tía Delia!