-Gordita: ¿Qué crees? Este año le vamos a dedicar el altar de muertos del Parque Juárez a Beatriz. Hablé con Vero Agundis del municipio y ya está todo arreglado. La idea es disfrazarnos de catrinas, poner el altar y hacerla de anfitrionas. ¿te animas?
Me lancé a San Miguel unos días antes del 2 de noviembre, emocionada y con disfraz en mano. Bibiana, mi sobrina, y Pelancha mi prima ya tenían todo organizado.
Pintamos, como madonnaris, el piso con gises de colores. Mientras montábamos el altar recordamos a la “tía Bety”. Nos contagiamos de su buena vibra y nos reímos compartiendo anécdotas. Beatriz le sacó jugo a San Miguel poniéndole mucho peligro a la noche, como decía ella, con las innumerables veces que visitó las siete casas. La primera para comer algo; la segunda para el primer tequila; las siguientes para practicar sus pasos de tango o salsa; y culminar, casi siempre, cantando en La Fragua con María o entonando “Mátalas” con Benjamín en El Quitapenas. Reímos y lloramos disfrazadas de catrinas mientras poníamos el altar. Aprovechamos para colar fotos de otros que se fueron, incluida mi mamá. Fue un día lleno de color y de recuerdos. No faltaron los mariachis, el esplendor del sol y el tequila.
En 2015 festejé mis cincuenta. Tenía una sensación muy extraña. Iban a faltar Beatriz y mi mamá. Decidí que la fiesta no podía suceder sin ellas, así que le pedí a Bibiana y a una amiga que las personificaran disfrazadas de catrinas. Puedo decir con mucha alegría que fueron testigos de mi celebración que organicé en el entonces incipiente Viñedo San Miguel. Fue un festejo muy cantado y bailado que disfruté a lo grande a pesar del chubasco que cayó.
Hace nueve años escuché la voz de Beatriz por última vez. Con el tiempo me fui acostumbrando a su ausencia y me fui percatando de que la traigo puesta, igual que a mi mamá. A veces me cacho haciendo los mismos gestos, diciendo las mismas frases o realizando actividades parecidas. Me gusta reforzar su presencia usando un anillo que me heredó. Me siento privilegiada por haberla tenido tan cerca. Su presencia en mi vida fue determinante. Le copié, entre otras cosas, el gusto por el baile, el tequila y el reventón.
Sin darme cuenta Beatriz me fue enamorando de San Miguel. Tanto, que me construí una nueva vida aquí.
¿Cuántas historias y razones existirán para que este mágico lugar atraiga a tantas personas a vivir aquí?
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